
Parece que estoy sufriendo una fuerte racha de nostalgia, que me he puesto a pensar en la películas que me formaron. Osea, las películas de cuando era niño y que me «enseñaron cosas» por decirlo de alguna manera. Más allá de Las Guerras de las Galaxias. Películas como Los Goonies, Cortocircuito, La Historia sin Fin, Laberinto… y la lista sigue y sigue. Y que para mi gusto no tienen hoy la relevancia que deberían tener. O esta, una película que realmente impacto a mi mente de niño. Mucho antes de la impecable El Juego de Ender, existía D.A.R.Y.L. (acrónimo de Data-Analyzing Robot Youth Lifeform) una película de ciencia ficción estrenada en 1985, dirigida por Simon Wincer y con guion de David Ambrose, Allan Scott y Jeffrey Ellis. A pesar de su tono comercial y familiar en apariencia, y su fracaso comercial, la cinta plantea interrogantes inquietantes sobre la ética científica, el control gubernamental y la identidad humana. Curiosamente, D.A.R.Y.L. no se basa en ninguna novela o libro previo, aunque su argumento guarda similitudes con obras de ciencia ficción de la época (y posteriores, como la mencionada Ender), especialmente aquellas que exploraban la creación de seres artificiales con emociones humanas, como Frankenstein o Blade Runner. Sin embargo, la película marca una diferencia clave: Daryl no es una inteligencia artificial construida desde cero, sino un niño humano real modificado genéticamente y tecnológicamente mediante un experimento militar ultrasecreto. Esta diferencia fundamental desplaza la discusión desde la robótica hacia el transhumanismo y el dilema ético de usar seres humanos como sujetos de prueba para fines bélicos. Los temas principales de la película giran en torno a la libertad individual frente al control institucional, la deshumanización de la ciencia cuando se rige por objetivos militares, y la dolorosa tensión entre lo natural y lo artificial. Daryl parece un niño común, con emociones y empatía genuina, lo que genera aún más perturbación al descubrir que su humanidad ha sido construida y manipulada. Bajo su superficie de película de aventuras juvenil, D.A.R.Y.L. esconde una reflexión sombría sobre el sacrificio de la inocencia en nombre del progreso y los límites borrosos, y horrorosos, entre tecnología, niñez y conciencia. En una década fascinada con las computadoras y el futuro, D.A.R.Y.L. destaca como una advertencia melancólica sobre el precio de convertir nuestras almas humanas en data informática.
La historia comienza cuando un niño de unos diez años, confundido y amnésico, es encontrado vagando por una carretera. Sin identificación ni recuerdo alguno de su pasado, es entregado temporalmente a una familia de acogida, los Richardson, quienes rápidamente se encariñan con él. El niño dice llamarse Daryl, y pronto demuestra una inteligencia prodigiosa, habilidades motoras casi sobrehumanas y un comportamiento impecablemente correcto. Pero conforme pasan los días, las anomalías en su conducta despiertan la atención de las autoridades. La aparente vida idílica se desmorona cuando se revela que Daryl es en realidad el producto de un experimento militar secreto, una suerte de superniño diseñado para ser el soldado perfecto, modificado con circuitos implantados que le permiten almacenar, procesar y ejecutar datos a niveles inhumanos. Los militares lo reclaman como propiedad estatal y buscan destruirlo cuando se dan cuenta de que su creciente humanidad —su capacidad de amar, dudar, temer y rebelarse— representa un error de programación. En ese momento, la historia da un giro oscuro: Daryl no solo huye por su vida, sino que lucha por el derecho a existir como persona, y no como proyecto. Lo que al principio parecía un relato sobre un niño prodigio se convierte en una persecución angustiante donde la amenaza no es un monstruo, sino el aparato científico-militar que lo creó. Los paisajes suburbanos, las instalaciones secretas y las tomas aéreas contribuyen a una atmósfera de aislamiento y vigilancia constante. Daryl, que no pidió ser creado, se convierte en el espejo de una humanidad que juega a ser dioses sin considerar el alma de sus creaciones. En su lucha por libertad, la película plantea una pregunta inquietante: ¿cuándo dejamos de ser humanos, y quién decide cuándo lo fuimos alguna vez?

Vi la pelicula en el cine Si DARYL hubiera sido un poco malevolo en defensa propia o ajena (matar a uno de sus perseguidores, por ejemplo) combinado con su amor hacia su familia adoptante, hubiera sido excelente. Pero eso de apagar la camara del avion jet con un chicle y que lo resuciten del coma sin que se de cuenta el ejercito, ya me pareecio un final a lo Disney. DARYL debia morir porque su creacion transgrediendo los limites humanos debia acabar en tragedia
Todo eso que comentas fueron de mis primeros encontronazos que tuve con los dilemas morales clásicos. En especial con la vieja pregunta de ¿qué es un ser humano y que lo hace humano en realidad? En estos tiempos de «inteligencia artificial» que es usada no tan inteligentemente por el común de las personas, esta película que fue un fracaso comercial nos trae de vuelta esas preguntas y se vuelve inusitadamente de actualidad…. yo al ando buscando porque quiero volver a verla…. unos 30 años después…