
El verano en que Hikaru murió (Hikaru ga Shinda Natsu), estrenado en Netflix en julio de 2025, es una adaptación animada del manga homónimo de Mokumokuren, serializado en Young Ace Up de Kadokawa Shoten desde agosto de 2021, con siete volúmenes tankōbon publicados hasta julio de 2025 y tres millones de copias en circulación, reflejando su impacto comercial. La serie, producida por CygamesPictures, está dirigida por Ryōhei Takeshita, conocido por Jellyfish Can’t Swim in the Night, Jujutsu Kaisen (episodios) y Eromanga Sensei, aportando una sensibilidad única para capturar emociones complejas en atmósferas inquietantes. Los diseños de personajes son de Yūichi Takahashi (Blue Giant), con animación “Dorodoro” por Masanobu Hiraoka y música de Tarō Umebayashi, que refuerza el tono melancólico y perturbador. El opening, «Saikai» de Vaundy, y el ending, «Anata wa Kaibutsu» de Tooboe, envuelven la serie en una aura de suspense. Transmitida en Nippon TV y en simulcast por Netflix y Abema, la adaptación respeta la estructura innovadora del manga, con un enfoque en el terror psicológico sobre los sustos abruptos, según Takeshita. Comparada con obras de terror como Another, con su atmósfera de maldiciones rurales, o Higurashi no Naku Koro ni, por su mezcla de vida cotidiana y horror sobrenatural, El verano en que Hikaru murió se distingue por su exploración del duelo y la identidad en un contexto de terror visceral. Mokumokuren, fan de Tokyo Ghoul, imprime un estilo visual que combina lo cotidiano con lo macabro, usando onomatopeyas únicas para intensificar la tensión. La serie, con 12 episodios, adapta aproximadamente la primera mitad del manga, que finalizará con diez volúmenes, y ha sido nominada en los American Manga Awards 2024 y 2025, consolidándose como un referente del terror psicológico. Su éxito en Japón y su llegada a Netflix prometen un impacto global, atrayendo a quienes buscan historias de terror que desentrañan la psique humana frente a lo inexplicable, con un trasfondo de amistad rota y secretos oscuros.
En un pueblo rural japonés, donde el zumbido de las cigarras llena los días de verano, Yoshiki y Hikaru, amigos inseparables desde la infancia, comparten una vida aparentemente idílica. Pero un invierno, Hikaru se pierde en las montañas durante una excursión solitaria. Gravemente herido, su cuerpo es usurpado por una entidad sobrenatural, un ser que no es humano, sino una presencia parasitaria que imita su apariencia, voz y recuerdos con una precisión escalofriante. Cuando regresa, Yoshiki percibe algo perturbador: el Hikaru que ríe a su lado no es su amigo, sino un intruso que se mueve bajo su piel, un “algo” que oscila entre lo monstruoso y lo trágicamente familiar. Este ser, cuya naturaleza elude definición —quizá un espíritu antiguo, quizá una abominación cósmica— conserva los gestos de Hikaru, pero destila una energía inquietante, capaz de transformarse en formas grotescas cuando se siente amenazado. Yoshiki, atrapado entre el duelo y el apego, decide permanecer cerca de este impostor, incapaz de renunciar al eco de su amigo. La serie teje una atmósfera ominosa, donde cada escena está impregnada de una quietud perturbadora: los paisajes rurales, con sus campos dorados, contrastan con incidentes sobrenaturales que desgarran la normalidad. Mientras Yoshiki lucha con su lealtad y su miedo, el pueblo se ve asediado por eventos inquietantes: sombras que se retuercen en los callejones, susurros que nadie más oye. La relación entre Yoshiki y el “Hikaru” impostor se tiñe de una intimidad malsana, donde el amor y el terror se entrelazan, recordando al espectador que este ser no solo ocupa un cuerpo, sino que manipula los lazos emocionales con una crueldad sutil. Con un tono que evoca el pánico silencioso de lo desconocido, El verano en que Hikaru murió explora la fragilidad de la identidad y el horror de perder a quien más quieres, no por la muerte, sino por algo mucho peor: una presencia que te obliga a cuestionar qué es real, mientras el mundo a tu alrededor se desmorona bajo el peso de lo innombrable.

[…] fascinantes, podrían desconectar a quienes buscan pura comedia. Eso no pasaba, por ejemplo, en Chi: Chikyū no Undō ni…