Horrores ortográficos, fotografía amateur (y otras hierbas) 2: ¡vivan los mercados de mi barrio!

Los idiomas, las lenguas… llámenlos como quieran… están vivos. Responden a convenciones sociales de sus hablantes y no a imposiciones, buenas o malas, de minorías. Por eso es que el «lenguaje inclusivo» nunca va a funcionar en tanto sea la imposición de un grupete y no el deseo de la mayoría de la sociedad. Pero para variar me estoy yendo por las ramas. Decíamos que el lenguaje está vivo y pocos son los lugares donde esta vida se siente como en los lugares donde hay comercio, para el caso hablemos específicamente de los mercados. Allí entre precios, pesos y productos el lenguaje avanza, se forma, crea barbarismos y algunas veces esas creaciones se convertirán en palabras convencionales de uso común. Y claro, también hay salvajadas como esta:

En serio veo errores como éste y me digo: ¿nadie lo notó? ¿y si lo notó así no más lo dejaron? ¿tan difícil era corregirlo? (Foto tomada por el mercado de la casa, que va a ser fuente inagotable para esta sección del blog). (Ninguna lorna… uhm… se las comieron fritas, esa es la verdad…)

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