
Los idiomas, las lenguas… llámenlos como quieran… están vivos. Responden a convenciones sociales de sus hablantes y no a imposiciones, buenas o malas, de minorías. Por eso es que el «lenguaje inclusivo» nunca va a funcionar en tanto sea la imposición de un grupete y no el deseo de la mayoría de la sociedad. Pero para variar me estoy yendo por las ramas. Decíamos que el lenguaje está vivo y pocos son los lugares donde esta vida se siente como en los lugares donde hay comercio, para el caso hablemos específicamente de los mercados. Allí entre precios, pesos y productos el lenguaje avanza, se forma, crea barbarismos y algunas veces esas creaciones se convertirán en palabras convencionales de uso común. Y claro, también hay salvajadas como esta:

En serio veo errores como éste y me digo: ¿nadie lo notó? ¿y si lo notó así no más lo dejaron? ¿tan difícil era corregirlo? (Foto tomada por el mercado de la casa, que va a ser fuente inagotable para esta sección del blog). (Ninguna lorna… uhm… se las comieron fritas, esa es la verdad…)
Parece que no han estado muy seguros de lo que querían hacer, o hubo más de una mano tomando decisiones…