La excelente serie que nos trajo Netflix fue la excusa perfecta (para mi) para volverla a ver y descubrir que tan bien ha envejecido. De hecho en mi caso, aunque estoy 100% seguro que en mi infancia me senté más de una vez a verla en la tele (cuando se pasó como “El Cristal Encantado”, no estaban para oscuridades esos tiempos) era poco lo que realmente recordaba de ella. De hecho lo que más recuerdo son a los Skekses. Seres malvados malotes de maldad pura que me aterrorizaron con su repugnante aspecto cuando era niño. Y debo decir que toda esa magia que en su momento hizo que esta película se convirtiera en un éxito y luego en un clásico se ha mantenido intacta todos estos años. Pensemos en ese entonces: los efectos especiales estaban en pañales y la combinación de animación por computadora y cine real era casi ciencia ficción. Lo poco que se veía en estos temas, visto así a la distancia se ve realmente primario. Casi diríamos “infantil”, en el sentido de poder creernos en su “realidad”. Pero tal no es el caso con esta película, básicamente porque sigue siendo exactamente la misma propuesta con que se lanzó: marionetas, títeres y escenografía. Y eso en su momento se convirtió en toda una visión nueva para la cinematografía, simplemente porque nunca se había hecho antes a esa escala, con esa magnitud, maestría y preciosismo. En ese sentido, la serie de Netflix puede verse más vistosa, colorida y fluida que esta película (a la cual se vincula como precuela) pero en lo esencial no tienen nada que señalarse la una a la otra. Ese casi olvidado arte de los títeres y marionetas, con las que Jim Henson conmovió a generaciones, luce igual. Ahora bien, si aun no has visto la serie quizá te convenga saber primero que la serie tiene un cierre que hacía necesaria una segunda temporada que termine de conectar los hechos de una y otra, pero sabe Dios que tiene Netflix en la cabeza, eso no va a ocurrir porque hace mucho se anunció que no habría una segunda temporada. (Idiotas, unos idiotas). Y, segundo, que se sienten ciertas inconsistencias argumentales entre serie y película. Pero yo prefiero tomármelo como que tras 1000 años de tradición oral, las historias cambian y los hechos se van distorsionando lentamente, pero en el medio de todo eso siempre estará la historia verdadera, lo más esencial de ella, que es inmutable como un cristal.
Han pasado más de 1000 años desde que los Skekses se convirtieran en los Señores del Cristal y gobernarán Thra, llevándola a su ruina tras quebrar el Cristal de la Verdad, que era la fuente de todo el poder de Thra y perder uno de sus fragmentos. Estos tiempos, son los últimos tiempos de toda la vida en Thra. Incluyendo a los Skekses y la otra poderosa raza de Thra: los Místicos. Ahora solo quedan 10 miembros de cada raza y muchas otras han sido aniquiladas tras tantos años de guerra. Especialmente contra los gelflings, a quienes los Skekses vencieron y borraron de la faz de Thra hace mucho tiempo. Pero el fin de los tiempos también puede entenderse como el inicio de nuevos tiempos y tal es el caso. Con el advenimiento de un evento celestial en el que los tres soles de Thra se alinearán, de repente es el momento en que las profecías pueden cumplirse y liberar a Thra del dominio de los Skekses o hundirlo para siempre en su oscuridad. Y para ello una profecía habla de la aparición de un gelfling quien portando el fragmento perdido del cristal, se encargará de restaurarlo y de esta manera reiniciar la historia de Thra. ¿Pero dónde está ese héroe, miembro de una raza pequeña y débil en comparación de los Skekses y dónde está el fragmento faltante? Mientras ambas preguntas buscan respuestas, los tres soles avanzan por el cielo a su momento culminante.
[…] ¿Y esto a que viene? pues es simple, como ya habíamos comentado, se ha lanzado el live-action de Sono…