Coco (película, 2017): estaba muerto, no andaba de parranda

Y ya que hace poco hablamos de los cuatro mejores minutos animados que ha hecho Pixar en su historia con el inicio de «UP». Coco, de Pixar, es sin duda de las últimas películas de Pixar que me gustó y con la que aun tenía la expectativa de que Pixar siguiera siendo Pixar a pesar de los cambios de dueño. A estas alturas es casi redundante decir que la animación en una película de Pixar es preciosa, además de una soberbia fotografía y en este caso en particular, una gran banda sonora, así que demos por descontado de que Coco cumple largamente en ese apartado. Pero Coco es una película que mueve y conmueve, que distrae y atrae, saturada de una manera mágica de color y movimiento y que trata, acerca de morir. Si, mesmamente. Al igual como vimos en «El Libro de la Vida” (una película con la que Coco guarda bastantes similitudes argumentales que casi podríamos decir que se superponen) tenemos una nueva exploración de esa fantástica relación que la sociedad mexicana tiene con la idea de la muerte. Como en algún momento comenté, tuve la dicha, doblemente dichosa de pasar mi luna de miel en Cancún precisamente la semana del Día de Muertos y lo que pude vivir ahí cambió mucho la forma en que percibía el hecho luctuoso e inevitable de morir; y es que para los mexicanos es literalmente una fiesta, en la que grandes y chicos participan de la idea y abrazan naturalmente la muerte como una etapa de la vida, y no como un final, y que además es también a su manera una vida después de la vida. Es como si simplemente no le tuvieran mayor miedo, como si crecieran sabiendo que les tocará su turno a su debido momento y solo viven sin preocuparse del tema, viéndolo casi casi con expectativa y mucha curiosidad. Eso no quiere decir que deseen morir, sino algo más profundo… saben de una manera social e instintiva que la muerte es solo un paso dentro de un viaje largo, mucho más largo. Y es esa idea, ese encanto, esa magia, la que Pixar atrapa en esta película que me tuvo con los ojos húmedos casi en toda la película. Ah, como extraño a este Pixar…

En el pequeño pueblo de Santa Cecilia nació Ernesto de la Cruz, un popular compositor y cantante que muchos años atrás dejó el pueblo para lograr la fama y el reconocimiento hasta el día de su muerte. Pero también vive la familia Rivera, de la cual es miembro Miguel, de 12 años, quien ama la música y admira más que nadie a Ernesto de la Cruz. Eso no estaría mal si no fuera porque los Rivera, una familia de zapateros, tienen estrictamente prohibida la música en la familia, después de que la tatarabuela de Miguel, fuera abandonada por su esposo músico, quien partió para seguir su sueño de ser famoso. Pero Miguel quiere vivir su momento, al igual que su ídolo, y tratará por todos los medios de conseguirlo, hasta descubrir de que manera oculta por años está relacionada su vida con la de Ernesto de la Cruz.

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