Lo primero que hay que decir es que es lamentable que películas como esta lleguen a nuestra cartelera con distribuciones tan malas como tres proyecciones al día, en una sala, en tres complejos solo por una semana… no tengo nada en contra, y de hecho soy un consumidor constante, de los blockbusters que nos envían las productoras y que revientan cualquier taquilla, pero cintas como esta, tan extraordinaria, tan fantástica, podrían ser respaldadas por una taquilla aceptable si solo le dieran la oportunidad, si no la restringieran a ser casi un evento especial solo para cinéfilos, dándole un aire a “cosa intelectualoide y por tanto aburrida” que sin lugar a dudas la desmerece. Con esta película anotamos tres aciertos muy claros: primero, una pequeña obra maestra de la técnica de animación llamada stop motion, que trata básicamente de fotografiar muñecos de plastelina (o plástico moldeable) cuadro a cuadro hasta que sumadas todas las fotos obtenemos movimiento. Ajap, mueves un poquito la marioneta, foto, otro poquito, otra foto… como comprenderán es de una paciencia y virtuosismo técnico tal… que lamentablemente esta técnica esta cayendo en desuso. Luego tenemos una historia con gruesos brochazos de originalidad, un humor dosificado con cuidado, para contar una de las historias más viejas de todas: la lealtad entre las personas y sus perros… un lazo indisoluble que algunos datan en hace más de 20,000 años y que persiste a pesar del tiempo y el maltrato que le hemos dado a esos incomparables amigos de travesía que son los perros (y lo digo yo, un fan de los gatos) y por último tiene un cast de lujo en la actuación de voz, que hace de manera indispensable el verla subtitulada y en el que destacan Bryan Cranston, como Chief; Edward Norton, dando la voz a Rex; Bill Murray, en el simpático Boss; Jeff Goldblum, para Duke y cerrando los perros principales Bob Balaban, en el papel de King; y no menos impresionante el cast de secundarios con Liev Schreiber, interpretando a Spots; F. Murray Abraham, dando la voz a Júpiter, Tilda Swinton como Oracle y Scarlett Johansson, para la fina perra Nutmeg. Y del lado de los humanos destaca Ken Watanabe dando voz al alcalde Kobayashi, Frances McDormand, como la intérprete y la propia Yoko Ono (que no dice mucho, pero esta ahí). Todos ellos dirigidos por un siempre eficiente Wes Anderson. Isle of Dogs es una película de otro lote y un gran ejercicio de cinematografía a la que todos deberíamos poder acceder y no solo los que nos tomamos un tiempo y esfuerzo extra desenmarañando la cartelera en busca de un poco más, aunque sea de vez en cuando, que el simple cine de alto presupuesto e historias consagradas a la diversión llana y el escapismo. Se compone así una oda a la amistad y al entendimiento de los que son diferentes de las personas y no pueden hacerse entender por sus propios medios (destacable el recurso narrativo que para esto usa la cinta: solo tienen subtítulos los perros y el inglés cuando se usa para traducir… todo lo que sea en japonés, se queda tal cual), una crítica a nuestros sistemas de gobierno y sus soluciones impersonales y su política corrupta, al mismo tiempo que acompañamos a su protagonista en la búsqueda del único ser que se interesó realmente por él y por el cual el interés es mutuo, ese perro inolvidable, perro que nos acompañó a todos alguna vez cuando éramos solo niños y en el que confiábamos nuestra seguridad mientras comenzábamos nuestros tambaleantes andares por el mundo.
En la ficticia ciudad de Megasaki, de un Japón distópico, el problema de los perros se ha convertido en un grave riesgo para las personas. Y no solo se trata de los callejeros, sino de todos los perros, entre cuya población campean diferentes enfermedades que ya se han convertido en una epidemia. Enfermedades que incluyen brotes de violencia en los canes. Para combatir dicho problema el alcalde de Megasaki, Mr. Kobayashi decide desterrar a todos los perros a la Isla Basura, una gran extensión de tierra que solo es utilizada como vertedero. Y para dar el ejemplo comienza con Spots, el perro guardián de su sobrino Atari, a quien adoptó luego de la trágica muerte de sus padres (a Atari, no a Spots). Pero Atari no es cualquier niño así que en contra de todo se lanza en la búsqueda de “Supotsu” en la isla, aun cuando eso pone en riesgo su vida y la carrera política de su protector (quien además no es precisamente el político honrado y decente que pretende ser, en proximidad a lanzarse a la reelección y tiene mucho que ver con los problemas que la comunidad perruna está experimentando).
[…] y pienso seguir viéndola a menos que se desinfle como lamentablemente me pasó con el anime de la taruka…