Y ya que estamos en lo que podría ser el segundo e histórico Oscar para le anime en general y Studio Ghibli con Hayao Miyazaki en particular, por su «El Niño y la Garza» conviene repasar esta película documental que trata acerca del mítico estudio. Este documental es para alguien como yo, un fan perdido de Miyazaki y Studio Ghibli, una experiencia casi orgásmica. En serio. No solo se trata del poder ver de una manera directa y completa las instalaciones principales del estudio, algo del museo y su casa durante un periodo de un año, mientras se desarrolla todo el proceso productivo de la película Kaze Tachinu («El viento se levanta», 2013), si no también el poder gozar del teje maneje diario del estudio más influyente que tiene la animación japonesa en la actualidad y la manera que Miyazaki-sensei encabeza ese mundo (pero, ojo con eso, no lo dirige) con esa especial y muy única forma que tiene que ser, que le ha valido tanto éxito y consagración así como detractores y encendidos rencores. No es exagerado afirmar que Hayao Miyazaki ya es el segundo nombre más importante de la historia de la animación japonesa, solo por debajo del único nombre imbatible en la categoría: Osamu Tezuka (a quien, valgan verdades, nadie jamás podrá destronar). Y eso es debido no solo a la larga lista de películas clásicas, obligatorias, entrañables que él ha dirigido, sino también por la profunda marca que su personalidad y sus ideas han dejado en la industria. Este documental es por tanto una pequeña joyita de fans para fans, al que solo le voy a criticar una excesiva complacencia, «contemplación maravillada» podríamos decir, de parte de la periodista que lo realiza, quien me supongo que al igual que yo andaba con la mandíbula desencajada ante tanta “miyazakeada” a su alrededor. Ella es fan, se le nota… y a quién engaño, si yo tuviera la oportunidad de pararme cinco segundos delante de Miyazaki-sensei, seguro quedaría completamente catatónico, ya que fue mi incanzable búsqueda de la película «Kaze no tani no Nausicaä», 1984, que vi una tarde de domingo, empezada, en la tele nacional; la cual me llevó a estar en una de las primeras conferencias de SUGOI, parado en una silla tratando de ver lo que se proyectaba y sin saber lo que pasaría en mi vida por haber ido ese día a ese lugar.
La edición del documental sigue a un Miyazaki entrañable y muy humano, a su manera, a la vez que inflexible y duro, sin dobleces, y nos presenta el día a día en sus nimiedades, haciendo curiosos contrastes que dibujan al estudio como es, un reino de trabajo, magia, locura y tradiciones incuestionables (sin colombianas). Y también nos permite conocer, al fin y merecido, a la figura de Toshio Suzuki, el sempiterno y único productor general del estudio, el alma vibrante y fuerte en su menuda figura que todos estos años se ha echado encima a esos dos genios, Miyazaki y Takahata (y Yoshifumi Kondo, cuando estaba con nosotros), para conseguir que sus brillantes películas vieran la luz. Es a Toshio-san al que hay que agradecerle que Ghibli exista, pues es su esfuerzo el que lo cohesiona todo. Así, en una secuencia que gráfica esta idea podemos ver a Miyazaki-sensei parar a media mañana a todo el estudio para hacerles hacer un poco de calistenia relajante, mientras que un par de puertas más allá Suzuki se reúne con empresarios, el equipo de producción, vendedores y representantes de la NHK discutiendo todos los ángulos del estudio como negocio y pensando como mantener a esos dos locos alejados de esos temas pero pegados a sus mesas de dibujo para que avancen sus películas. El hombre se merece un monumento. Y aunque acabo de decir que el documental pudo ser mucho más directo en cuanto a sacar a la luz la situación actual del estudio, y queda claro que no es esa su intención, si que tiene momentos cruciales en que con un rápido vistazo, un par de frases dichas a la volada, entendemos el tipo de crisis en curso actual en Ghibli y, absolutamente sorprendente, la respuesta sincera que Miyazaki da cuando le preguntan que piensa le espera al estudio en el futuro cercano. Y lo que piensa es que prefiere verlo cerrado, que produciendo películas de baja calidad. Y si el lo dice es que de verdad piensa que debería hacer así, y si alguien que puede hacerlo así es él. Excepto que Suzuki-san encontraría la manera de hacerlo desasistir de ello. Este es un trabajo que sin duda vale la pena ver desde diferentes perspectivas: como documental que muestra el día a día del estudio de animación asiático más influyente (como dije, 100% colombianas free), sino también al hombre detrás de esa historia, algo esquivo y huidizo, pero firme cuando tiene que dar su opinión. Será para otro post un largo monólogo de como Miyazaki es veneno y antídoto de la actual situación de Ghibli, pero mientras tanto si le pueden poner la mano a este documental mientras esperamos que la gala ocurra, no tiene pierde.
[…] ¿Y esto a que viene? pues es simple, como ya habíamos comentado, se ha lanzado el live-action de Sono…