Con bastante reservas me pongo a ver este anime de Netflix, del que voy escuchando de todo un poco y recordando lo poco que me gustó Caballeros de Sidonia. Pero hay algo en la estética, algo en la historia, que me llama la atención. Y dicho y hecho, no se trata de otros de esos “anime de ciencia ficción de ciencia maniquea y falsamente profunda” que se complace en usar montones de terminología enredada y sonora tratando de que parezca que hay sentido y todo es fantástico. No. Es más bien una serie oscura y compleja, que aborda el tema de la muerte y su importancia para la vida y sobretodo, que reflexiona en torno a lo que da “humanidad” a una persona. En cierta medida me recuerda a una de las reflexiones dadas en el cuento de Asimov “El Hombre del Bicentenario”: si para ser un humano real hay que morir, entonces hay que morir para que todos sepan que eras un humano real. Por tanto A-Jin me encanta desde su primer episodio, que combina dosis alta de acción desenfrenada, con este tipo de reflexiones, y que va soltando a cuenta gotas lo que su historia nos propone: ¿qué pasaría si en algún momento la humanidad descubriera que algunos de sus miembros tienen la habilidad de no morir? ¿Serían declarados una amenaza, un salto evolutivo, una nueva especie, una bendición, una plaga o de plano serían considerados “no humanos”? especialmente porque la única manera de poder descubrir si es que eres un A-jin o no, es morir y ver como resucitas en el acto. Y la única habilidad especial que pareces tener es precisamente esa. Basada en el manga de Tsuina Muira, del cual hay solo un tomo recopilatorio (lo cual es raro para una adaptación), el manga empezó a serializarse en 2012, luego pasó a una película en 2015 y Netflix puso de la suya (una vez más). Tenemos entonces un manga, una serie de TV con dos temporadas, una OVA y tres películas.Y vaya que me interesa ver todo esto.
Kei Nagai es el típico estudiante japonés, cuyo único deseo en la vida es convertirse en un miembro provechoso de su sociedad. Vive en un mundo en que los “semi humanos” han aparecido y aunque se los conoce y los investiga, también se los captura y utiliza como armas, o se busca maneras de como “asesinarlos” o de poder copiar el proceso que les entregó la “vida eterna”. Muchos ejércitos los consideran “soldados divinos” y las recompensas por capturarlos son muy altas. Hay 46 a-jin confirmados en el mundo, tres de ellos en Japón, pero sus paraderos y actividades son secretos. Para la opinión pública son aterradores y no son considerados humanos, lo único que quisieran con ellos es poder entregarlos a las autoridades para cobrar las recompensas. Y la vida de Kei Nakai seguiría su rumbo rutinario, gris y tranquilo rumbo a convertirse en médico, sino fuera porque un día el tímido y ensimismado joven se distrae y un camión lo atropella despedazándolo… y él, se regenera rápidamente y con la ropa bañada en sangre sale de debajo del camión intacto. Lo que al final da origen a una feroz persecución con algunas preguntas de fondo… ser inmortal… ¿es o no más importante que tener una vida normal? ¿ser inmortal es bueno cuando todos a tu alrededor van a morir, menos tu? y ¿ser inmortal te hace menos humano o quizá más humano?
[…] Y eso de alguna manera refresca el género, como ya vimos en la totalmente inadecuada y divertida Scouts Guide…